Reportaje de Miguel García Marbán para el El Norte de Castilla en el 65º aniversario de la gran nevada ocurrida el día 23 de febrero de 1956.
Esta es la crónica que se hace en la revista escolar San Buenaventura del infierno vivido aquella noche del 23 de febrero:
“La noche ha cubierto Berrueces con su negro manto. Los cielos han dejado caer el suyo suavemente. Este es blanco. Ni una estrella en las alturas, ni una luz en las calles. El pánico no puede ser mayor, y sin embargo, siguen cayendo gruesos copos blancos…, un metro… dos… no se puede medir.
Las campanas tocan “a arrebato”. La cellisca lo dominaba todo. Ni el sonido de las campanas se oye. Don Manuel el párroco, tiene que ir llamando casa por casa. Ni uno se le niega. El ejército está preparado y con las armas en la mano: mantas, palas, algunas botellas de coñac, un pequeño botiquín y dos tanques pesados (dos tractores).
A las ocho y media de la noche sube la primera expedición, que no regresa hasta las tres y media de la madrugada. ¡Siete horas de lucha contra la muerte!. El espectáculo que ofreció el contacto con el autocar más próximo, que ya estaba casi cubierto por la nieve, era desgarrador: niños y mujeres que desesperaban ya de todo auxilio, lloraban sin consuelo, algunos de los miembros medio congelados.
En esta expedición, fueron 40 los arrancados a las garras de la muerte. Al llegar al pueblo, todos los vecinos se disputaban con llevarles a sus casas, Pero no terminó aquí todo. A seis kilómetros del pueblo había otros viajeros sepultados por la nieve y había que salvarlos, aun con peligro de exponer sus propias vidas. Las escenas volvieron a repetirse más angustiosas aún. Los que no pudieron salir rezaban el santo rosario junto al fogón por los que lejos del pueblo daban la batalla. (…)
Berrueces ha dado ejemplo de heroísmo. Orgulloso debe saborear ahora esa gloriosa página que ha escrito en su Historia. Son muchos, más de 160, los que encontraron más que albergue, su propia casa en Berrueces. ¿Con qué cariño les trataron? Las emocionantes escenas en las despedidas, hablan bien claro: no pudiendo contener las lágrimas lloraban como niños… El pueblo de Berrueces se ha merecido el calificativo de héroe abnegado y generoso.” [El 22 de mayo de 1958 el Ministerio de la Gobernación hacía pública su decisión de «conceder el ingreso en la Orden Civil de beneficencia al vecindario de Berrueces representado por su Ayuntamiento con distintivo negro y blanco en categoría de cruz de segunda clase»].